Reducir la presión pesquera da resultados beneficiosos en un plazo de tiempo no demasiado largo. Esta es una de las principales conclusiones que se desprenden de una investigación liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Reducir la presión pesquera da resultados beneficiosos en un plazo de tiempo no demasiado largo. Esta es una de las principales conclusiones que se desprenden de una investigación liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, en la que se analizan las capturas de 53 países y jurisdicciones a lo largo de algo más de una década.
El trabajo, liderado por la investigadora del CSIC Marta Coll –del Instituto de Ciencias del Mar– y publicado en la revista Global Environmental Change, revela que aquellos que han aplicado el Código de Conducta para una Pesca Responsable de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) han logrado mejorar sus recursos pesqueros y están obteniendo unas capturas de mejor calidad.
Una evidencia más para constatar la necesidad de apoyar y proteger las formas de pesca sostenibles en todo el mundo, en un contexto en el que la sobrepesca y la presión sobre los bancos de peces amenazan con dañar irreversiblemente la biodiversidad marina y la forma de vida de miles de pescadores artesanales.
El estudio ha contado con la participación de la Universidad de British Columbia (Canadá), del Istituto Nazionale di Oceanografia e di Geofisica Sperimentale (Italia) y la organización World Wildlife Fund. El Código de Conducta para una Pesca Responsable fue desarrollado en 1995 por la FAO y tiene como objetivo reducir el impacto negativo de la pesca en el ecosistema. Los expertos están convencidos de que este código es una herramienta eficaz en la gestión sostenible de los recursos pesqueros. No obstante, su cumplimento es voluntario y los países que lo han firmado lo están incorporando a su legislación con mayor o menor éxito.
El trabajo analiza las capturas llevadas a cabo por 53 países y jurisdicciones, que suponen el 96% de la pesca global, desde 1990 hasta 2003. Para evaluar los beneficios ecológicos del código, se comparó su cumplimiento con cinco indicadores ecológicos: el nivel trófico de las capturas (relacionado con el tamaño de las presas capturadas); el volumen de la captura total; la captura total expresada en unidades de producción primaria necesaria para generar los peces capturados; el índice de pérdida de producción (la pérdida que supone para el ecosistema la captura, que de no haber sido atrapada podrían haber alimentado a otros peces); y la probabilidad de sostenibilidad de la pesca.
Una mejora derivada de una pesca más sostenible se refleja en una reducción en la captura total, así como en la producción primaria requerida para generar la captura y en el índice de pérdida de producción, mientras que se observa un aumento en el nivel trófico de las capturas y en el índice de sostenibilidad. “Aunque los países que han implementado el código tienen un menor volumen de capturas, la calidad y diversidad de su pesca es mayor”, explica Coll.