El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), ha publicado el 28 de febrero su nuevo informe, en el que advierte de que el cambio climático afecta ya a la producción y disponibilidad de alimentos, exponiendo a millones de personas a una grave inseguridad alimentaria. La agricultura familiar resulta ser central para enfrentar el cambio climático y responder de manera sostenible, inclusiva y viable a las necesidades nutritivas de la población mundial.
El nuevo informe del IPCC analiza -por fin- con mayor profundidad el impacto del cambio climático en los sistemas de producción de alimentos. El informe subraya que el rendimiento de algunos cultivos (como el maíz y el trigo) ha disminuido en muchas regiones y que el aumento de las temperaturas seguirá afectando a la producción de alimentos, estimándose un incremento de hasta el 29% en el coste de los cereales para 2050.
El informe de Naciones Unidas recuerda que como resultado del cambio climático y de la degradación de la tierra, un millón de animales y de especies de plantas están en peligro de extinción. Para el Foro Rural Mundial, sería bueno que el informe también reconociese directamente el serio peligro que el cambio climático tiene para el futuro de los y las agricultoras familiares.
Los y las agricultores familiares producen el 80% de los alimentos que se consumen en el mundo y, sin embargo, están muy expuestos al cambio climático y a sus efectos, como las sequías, las inundaciones, la pérdida de materia orgánica del suelo y los cambios en los patrones climáticos.
Cabe destacar que la situación empeorará, con una importante reducción de la producción de cultivos afectando así al bienestar de miles de agricultores que, además se encuentran entre las personas más vulnerables del mundo. La emigración causada por la crisis climática es una realidad muy palpable en amplias zonas del planeta.
El nuevo informe de Cambio Climático enfatiza que las políticas y los compromisos actuales en materia de emisiones hacen que el mundo se encamine hacia un calentamiento de entre 2,3 y 2,7 °C. Con un aumento de la temperatura por encima de 1,5°C, aumentará el riesgo de pérdidas simultáneas de las cosechas de maíz en diferentes regiones productoras de alimentos importantes, lo que amenazará las cadenas de suministro de maíz a nivel mundial. Si el calentamiento alcanza los 2°C, ya no será posible cultivar productos básicos en muchas zonas, especialmente en los trópicos, sin medidas de adaptación que no están disponibles actualmente. La polinización y la salud del suelo se verán debilitadas por un mayor calentamiento, y las plagas y enfermedades agrícolas se extenderán. El aumento de los riesgos de malnutrición sería especialmente elevado en África subsahariana, el sur de Asia, América Central y del Sur y las islas pequeñas del Pacífico por ejemplo.
El informe alerta de que el cambio climático exacerbará aún más las inequidades, cifrando en 64% las pérdidas del PIB en los países más vulnerables. En 2021, una región del sur de Madagascar experimentó -y sigue experimentando- lo que probablemente se considere la primera hambruna del mundo por el cambio climático, debido a una sequía sin precedentes, la peor en 40 años. Y como resultado se espera que las cosechas de cultivos como el arroz, el maíz y la yuca sean menos de la mitad de la media de los últimos cinco años.
Un aumento sostenido de la temperatura puede desencadenar una cascada de impactos climáticos menos evidentes pero que afectan directamente en la agricultura familiar. Por ejemplo, el aumento sostenido de las temperaturas que disminuye la humedad del suelo suprime el crecimiento de las plantas, lo que a su vez suprime las precipitaciones, provocando más sequía.
Dentro de sus posibilidades, muchos agricultores y agricultoras familiares ya se están adaptando al cambio climático de forma rápida y eficaz, protegiendo la naturaleza y produciendo alimentos de forma más sostenible. Pero no pueden hacerlo solos.
En las regiones más vulnerables necesitan sin duda apoyo para aplicar estrategias de diversificación -como los cultivos intercalados, la agrosilvicultura, la gestión sostenible del agua, el uso de variedades locales-, para acceder a programas de capacitación, asegurar su participación en cadenas de valor más cortas e inclusivas, así como reforzar sus organizaciones y cooperativas, hacia su labor de producir alimentos sanos y nutritivos.
Los y las agricultores familiares están en una posición única para ser parte integral de la respuesta global al cambio climático, incluyendo su papel en la mitigación y adaptación al cambio climático. La Asamblea General de la ONU ya reconoció su papel estratégico y declaró el Decenio de las Naciones Unidas para la Agricultura Familiar (DNUAF) como instrumento central para liberar su potencial transformador.
Para las organizaciones de la agricultura familiar, la acción climática es una parte importante de un camino más amplio de desarrollo integral que implica la puesta en marcha de los marcos, estrategias y recursos que les ayudarán a hacer frente a los constantes cambios –crisis políticas, ambientales, económicas o sanitarias-, la desigualdad en el acceso a la tierra, la brecha de género, la emigración de la juventud rural, las dificultades de acceso a mercados, los desequilibrios en la cadena de valor, etc. El informe del IPCC enfatiza que “los costes de la inacción superan con creces los de la mitigación y la adaptación”. Por ello los y las agricultores familiares deben ser reconocidos como proveedores de soluciones y posicionarse como agentes centrales de los debates y fondos de resiliencia climática en el futuro. Algunas estimaciones[1] hablan de que tan solo que el 10% de los fondos relacionados con el clima llega a lo que podría llamarse el nivel local y tan solo un 1,7% alcanza a los productores de pequeña escala y sus organizaciones.
Es importante que se creen los espacios para que los y las representantes de las organizaciones de la agricultura familiar participen en las Conferencias de las Partes de los Acuerdos Multilaterales de Medio Ambiente como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y el Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Sin agricultura familiar, no hay futuro: reconozcamos y apoyemos a los y las agricultores familiares para liberar su potencial transformador.